El ciudadano Kane: los hechos,la verdad y el poder.
8 de Diciembre 2020Juan Raso Delgue. El ciudadano Kane: los hechos , la verdad y el poder.
Martes, 8 de Diciembre de 2020 (elblogdejuanraso.blogspot.com)
La pandemia nos ha alejado de los cines, pero no de las buenas películas. En el fin de semana disfrute “Mank”, la película que en este año tan especial produjo Netflix con la dirección de David Fincher y que cuenta la historia del Herman Mankiewicz, guionista de “El Ciudadano Kane”, la obra maestra de Orson Welles, dirigida y estrenada en 1941.
Como expresaba esta mañana en el programa En Perspectiva el crítico cinematográfico Eduardo Alvariza lo que sorprende en primer lugar de “Mank” es la perdurable belleza del “blanco y negro”, usado en el rodaje de la película. La técnica del color increíblemente jamás será capaz de expresar los matices y las tonalidades del blanco y negro, como precisamente lo confirma la película de Fincher.
Pero no voy a hablar de la película, porque los críticos de radio y periódicos los harán obviamente mejor que yo. Lo que la película – hermosa en sí – inevitablemente ocasiona es el reenvío a ese modelo del mejor cine que fue “El Ciudadano Kane”, que aún hoy nos motiva a pensar sobre el periodismo, el poder y la verdad. En efecto – y más allá de la historia que Mankiewicz y Welles escribieron inspirándose en William Randolph Hearst – el mensaje sigue siendo muy potente en épocas donde el poder de la prensa y de las hegemonías mundiales mezclan las fake news y los escarnios públicos, con las verdades a media..
El Ciudadano Kane es una película que habla sobre los relatos del poder, que tiene siempre como objetivo confundir los hechos y las verdades. Como me gusta expresar a mis estudiantes, “ahí están los hechos”, y agrego que sobre esos hechos las verdades pueden ser distintas, no existe una única verdad. “La verdad” no es otra cosa que la perspectiva y las ideas que interpretan los hechos, que sí son únicos.
Ante un mismo hecho, seguramente la percepción de la “verdad” será distinta en cada uno de nosotros. No existe la verdad; lo que existe es el hecho. Y a partir de ese hecho nacen las “verdades” correspondientes a las interpretaciones que hagamos del “hecho”: nuestra orientación política, nuestras ideas sociales, el humanismo que podamos albergar o no en nuestra sensibilidad, definirán “nuestra” verdad, diferente de la verdad del “otro”.
La única “verdad verdadera” (me divierte expresarlo así) es un puzzle armado a partir de todas las verdades: la mía, la tuya y la de los otros. Ese puzzle precisamente reconoce la validez de las interpretaciones de cada uno de nosotros ante un mismo hecho. Allí radica la belleza de la democracia, que es en definitiva la construcción entre todos de ese complejo rompecabezas conformado por las diversas visiones que podamos tener de los hechos que van marcando nuestra historia humana.
“El Ciudadano Kane” es un alegato en defensa de “las verdades”, porque muestra la tóxica unión del poder con la “verdad única”. El protagonista Kane quiere imponer su verdad como la única verdad y su objetivo es destruir todas las demás verdades: este proceso de subsunción del hecho a la verdad única se expresa patéticamente en el deseo de Kane de transformar a su mediocre amante en una celebridad de la ópera. Los hechos y “las verdades” se impondrán a la verdad única, destruyendo a la vulnerable corista del film y relegando al propio Kane a la soledad, a la que – a la larga – conduce la verdad única.
Sigue siendo un disfrute seguir reflexionar 80 años después sobre la película de Orson Welles, hoy traída de la mano por otra película que nos invita a pensar sobre la verdad y el poder.
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